Católicos, ¡celebren esta gran hazaña!

Extiendo mi felicitación a todos los católicos quienes, ya sea de palabra, obra u omisión, impulsaron la victoria de Morena en estas elecciones de 2024. El resultado de los comicios refleja la dignidad con la que se revestirá el nuevo gobierno encabezado por Sheinbaum, la nueva Tlatoani, representante de los dioses ideológicos a los que muchos en esta nación se arrodillan. Para inaugurar la sucesión a este nuevo gobierno y asegurar el beneplácito del panteón de la 4T, se ofrecieron a los dioses sedientos de sangre 38 candidatos asesinados, el miedo de 102 secuestrados y 790 amenazas de muerte. Gracias a este maravilloso festín cruento se alcanzó el control casi total de toda la nación.

Católicos, ¡celebren esta gran hazaña!

Regocijémonos también, puesto que junto al tecpan que se hereda a la nueva gobernante, también se deja una extensión de una deuda pública que ya no es tan solo de 3.5 billones, sino que aumentó hasta los 14.3 billones. Alégrense, pues hemos atestiguado un milagro: ¡el de la multiplicación de la deuda! Pero, ¿por qué enfocarnos en aspectos materiales, si tenemos regalos más significativos por los cuales agradecer? Volteemos nuestros corazones para contemplar cómo la tierra de nuestro Cristo Rey, donde la sangre de los mártires germinó para transmitirnos la fe, el suelo testigo del amor materno de la Virgen de Guadalupe, quien nos trae la Vida eterna en su vientre, no solo mantiene, sino que intentará extender las tradiciones abortistas y eutanasicas de la 4T. ¿Qué mayor respuesta de cariño se le puede dar a Jesucristo que la propagación de esta cultura que asesina la vida de los más inocentes aún por nacer, así como el gesto amable de acabar con nuestros padres cuando se vuelvan una molestia? ¿Qué mayor ofrenda se le puede ofrecer a los dioses de la Tlatoani que el sacrificio de un hijo o de un padre?

Católicos, ¡celebren esta gran hazaña!

Y no solo hay que celebrar a todos esos laicos que lo hicieron posible, sino también el encomiable esfuerzo de aquellos sacerdotes y obispos que pusieron su cerrito de arena para impulsar a Morena. Un esfuerzo que, sin duda, beneficia sus agendas políticas dentro de la Iglesia. Pero padres, no se preocupen por las críticas que puedan escuchar en la sacristía. Sabemos bien que el momento para defender a Cristo aún no es propicio, y también entendemos que la política tiene sus reglas. Ya vendrá Su momento, al cabo que si en algo el Señor es experto es en el tema de eternidades. No obstante, también gracias a esta prudencia política se alcanzó la victoria casi total de Morena.

Católicos, ¡celebren esta gran hazaña!

Con tantas buenas noticias, parece ya un exceso, y casi se caería en el pecado de orgullo mencionar más buenas nuevas. Sin embargo, aunque quisiera guardar tanto regalo dado por los dioses de la Tlatoani en el clóset, sé que terminarían por avalancharse fuera y sobre mi cabeza. Por esto mismo, más vale no acomplejarnos y presumir con cantos estos resultados que tuvieron la dicha de contar con la guía de ese astro de junio que iluminó las decisiones de los votantes, que no del Sagrado Corazón, sino de la celebración antilitúrgica del Orgullo LGBTQ. El mes promotor de la verdadera tolerancia fue testigo de la elección de la primera mujer presidente. Este mes nos promete descansar en su favor y en la seguridad de que los hijos de esta nación recibirán sin falta la medicina de la confusión identitaria, esa semilla de la destrucción del tan odiado modelo familiar natural, fuente óptima de la formación humana.

Católicos, ¡celebren esta gran hazaña!

Prosigamos con la novedosísima idea de la Nueva Escuela Mexicana, cuyos planes educativos, enraizados en las filosofías marxistas de Paulo Freire y Enrique Dussel, explican con una envidiable claridad la complejidad de las relaciones humanas a través del sencillo pero efectivo marco del “amo y el esclavo” y del “oprimido y el opresor.” Estos planes se asegurarán de fomentar un saludable rencor al otro y un enriquecedor amor a la Leyenda Negra. Esta narrativa, cuidadosamente diseñada, liberará a las futuras generaciones de cualquier carga de un legado legítimo, alimentándolas con un justo resentimiento que promete un futuro lleno de desdicha compartida. Es maravilloso cómo, en nombre de una justicia impecable, perpetuaremos la siempre refrescante propaganda anti-hispánica, contaminando con eficacia el espíritu de los hijos de esta nación y envenenando sus corazones con una historia producto de la creativa propaganda del mundo inglés y protestante, perfectamente adecuada para desprestigiar y desarraigar la verdadera identidad cultural mexicana.

Católicos, ¡celebren esta gran hazaña!

Y a todos los ilustres PRIANistas que promovían el surrealista proyecto de Xóchitl, una candidata con planes políticos tan admirablemente virtuosos como los de Sheinbaum, no se sientan tristes, porque ustedes también tienen mucho que festejar. Después de todo, en esta democracia exquisitamente corrupta de México, todos ganan un poco. ¡Qué regocijo ver a los católicos participar con tanto entusiasmo en el respaldo de candidatos anticatólicos! Es un espectáculo que merece ovaciones de pie.

Pero hay que buscar ser también humildes y no echar todas las flores a los católicos que impulsaron esto hoy. No olvidemos que esto no es algo de hoy ni de ayer, sino el resultado de décadas en las que los católicos, con una admirable pasividad, dejaron de luchar y permitieron que la modernidad acaparara el mundo político. Los católicos se dejaron anestesiar, abandonando la defensa de sus valores y principios, permitiendo que el secularismo tomara el control. ¡Qué maravilla ver cómo el relativismo ha florecido gracias a esta encantadora indiferencia!

En la actualidad, entre los católicos, el entendimiento sobre la necesidad de desconfiar no solo de la democracia en México, sino de la democracia misma como sistema, es una auténtica joya rara, casi tan valiosa como una reliquia perdida. En ausencia de una cultura de la Verdad, esta democracia se transforma en un espléndido festín de relativismo, donde todos pueden alzar sus copas y celebrar la maravillosa confusión moral con un exquisito vino añejo. ¡Brindemos por la paradoja y la decadencia tan magníficamente orquestada! Celebremos esta democracia maloliente que se baña en sangre y se nutre de sacrificios humanos. ¡Felicitaciones a aquellos católicos que celebran el reciente resultado electoral en México! En este nuevo país, todos ganaron, excepto la Verdad, el Amor y la Vida.

¡Felicitaciones ante esta gran hazaña, porque de un modo u otro, todos esos católicos, somos casi todos nosotros!

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